lunes, 13 de febrero de 2012

A COISA PRECIOSA LA ASUSTAN LOS RELÁMPAGOS


Toda la noche haciendo el robot; no sé nada de mecánica, ni de electricidad o cibernética, y aun así salió un espécimen interesante; y nótese que no dije prototípico, porque considero que Coisa Preciosa es definitiva, precisamente por surgir de una noche de inspiración extemporánea; se trata de lo inesperado, y, por qué no de lo bello también.

Aun duerme, estoy esperando que se despierte para conocerla. Algo semejante a la noche de los arúspices y los alquimistas ocurrió durante las últimas horas en mi taller; semejante a la esperanza y aun al milagro; soy conciente de eso, pero en general no sé lo que pasó: estaba leyendo una revista, de esas para estúpidos, cuando un impulso extraño me condujo a empuñar mis herramientas hacía tiempo abandonadas, y echar mano de los materiales que tenía a mi alrededor, incluyendo, para el tornasolado de la piel, mi colección de mariposas brasileras. Hubo desparramo de chispas de soldadura y mucho de collage.

Me parece….esperen…ahí viene: se pasa la mano por los ojos-apenas dibujados con marcador indeleble en dos lamparitas de auto- y bosteza, tiene el pelo suelto –lo hice con cintas de moño color castaño, desflecadas y caen como bucles a ambos lados de sus hombros- Me observa y sonríe con carita de sueño, claro, cómo no va a tener sueño si acaba de nacer, y nacer, es sabido, produce un cansancio tremendo. Coisa Preciosa, le digo, Coisinha, qué te gustaría tomar. Miel de pájaro, me dice con su dulcísima voz acaso metálica, algo ronca. Y nos reímos; ¿no preferirías aceite de avión?, y seguimos riéndonos, esa es parte de la magia que sobrevive de anoche; más que crearla, nos creamos mutuamente; reímos, sí, y es señal de un nacimiento, algo bueno, la inclusión de esa prodigiosa posibilidad: reír de reír. Se acerca y me besa en los labios sin dejar de reírse; quiero aclarar que su conducta es aleatoria, no está programada, se produce al arbitrio de los momentos, según sus necesidades; por eso su beso es genuino y no una traición como ese poema de Juán Ramón Jimenez, en que se niega a besar a la dormida porque sería traicionar a la misma mujer, pero despierta. Genuino como una perla recién descubierta dentro de la materia dura de su concha. Para los labios usé pétalos de fresia de todos los colores (¿tienen pétalos las fresias?) Sos un ángel, me dice, ¿yo?, sí vos, sos bueno, lo veo en tus ojos; y enseguida me suben las lágrimas, soy flojo para los halagos.

Tomamos sendos té con galletitas de salvado, ella come poco, tiene literalmente estómago de pajarito (Dios tenga en la gloria a mi canario Manuel). Se mueve todo el tiempo, es eléctrica y le encanta bailar; mueve la cabeza a un lado y a otro y los brazos hacia atrás; sonríe como para enamorar a un muerto. Pongo un disquito de dub y bailamos juntos; podría jurar que nunca estuve tan contento, pero ante quién iba a jurar; sólo a ella puedo dar razones, qué me importan a mí los demás. Salimos a dar un paseo y todos observan los colores en su piel, además de su divina contextura: voy de la mano con Coisa Preciosa-no digo más “robot” por la connotación negativa que presenta el origen rumano de esa palabra: esclavo- y son los demás los que parecen criaturas biomecánicas; nos sentamos en un banco o caminamos todo el tiempo, nos gusta caminar; cómo circula la sangre a la velocidad que llevamos, y conversamos de mil temas diferentes, una conversación que muta todo el tiempo y toca todos los tópicos del dolor y la felicidad; yo no sé qué sea, pero nos hace bien estar juntos; diría que somos, antes que nada, amigos profundos, verdaderos; qué importa que le debamos a medios electrónicos nuestro encuentro; somos distintos pero iguales en algo: yo miro sus ojos de lamparita y me emociono, buceo en sus aguas abisales, profundas como el alivio, consuelo, la sanación; ella me mira y sucede otro tanto, como si me metiera una mano en el pecho: somos nadadores en el alma del otro; y digo alma por usar un nombre, porque si fuera por designar las cosas, el mueble sobre el que de vez en cuando me llevo los alimentos a la boca, por ejemplo, no sería suficiente, realmente bastante, la palabra mesa, cuánto menos para los ojos de Coisa Preciosa una palabreja como alma.

Todo lo importante, en mi vida, parece ocurrir de pronto, como si viniera germinando en la sombra y estallara como una nube de tormenta, pero sé que es una ilusión como el tiempo, como las edades de las cosas, es muy distinto lo que en el plano real-real ocurre, el tiempo no corre hay un conocimiento dado desde siempre, sea lo que sea que siempre significa.

A Coisa Preciosa la asustan los relámpagos; lo digo porque es muy de ella ese detalle. Nos sorprende la mañana besándonos morosamente contra un plátano, y sé que no debe haber cosa menos lograda que un cuento optimista y feliz, pero, qué carajo, es como realmente me siento.

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