domingo, 26 de febrero de 2012

NADA QUE TE IMPORTE


Qué es mi alma, qué clase de cosa informe. Tengo la cabeza debajo de una piedra, el corazón gira como una flama reflejada en el ojo único de un loco. No hay solución de continuidad. Estoy despierto pero no estoy seguro, quién podría estarlo, que me tire una maceta y a ver si no se va para arriba, sería tan fácil, que saliera disparada hacia el cielo, salva de cañón, como son vanos mis ruegos. Tengo un arma en el bolsillo pero quién me dice dónde está el bolsillo ese, tengo como quinientos y tanta ropa que me asfixio. En cierta manera finjo calma, pero lo que tengo es el calambre de la desesperación mordiéndome el alma que sigo sin saber qué es. Alguien lo diga, me invente una historieta donde yo me inclino y recojo una cosa emplumada y negra que sería el ángel de mi alma, que un momento antes de morir pronunciaría el nombre definitivo, la clave, esas palabras que abrirían mi cuerpo como una flor de carne a todas las luces, y caería velada como un puñado de sales de plata. La vida es un fogonazo de mercurio, apenas, y quisiera llorar pero no hay tiempo, ni lagrimal ni nada, nada hay carajo, nada alcanzo, con mi manito cortada y la otra fundida en el bulto del pantalón, pegada con la esperma de las nubes imantadas que duplican la forma de mis gozos más antiguos. Soy un animalito, soy un perro con un petardo en el culo, viste, corriendo, aterrorizado de lo que lleva en sí mismo; háblenme, que alguien me hable, se hizo de noche y no oigo ni la interferencia de mi sarna. Hablo yo y me llegan las palabras, otras y tarde y muy de vez en cuando, no soy suficiente para mí, eso lo sé, necesito mucho más que yo, esa es mi causa, emperifollarme de palabrería vacua y dejarme abrazar como un gigante, quemarme como una pira de eslabones derrotados; pero a veces llega la cantata de un ave, no sé de que clase, creo que es de vidrio, o serán de cristal los tubos por los que viaja su voz hacia la arena que recubre mis tímpanos. Pero sé, o intuyo (queda algo de humano en mí, yo que fui profeta de esa fe truculenta que nos vuelve siomes) que el sonido ha viajado degradándose mucho tiempo, como los guiños muertos de las estrellas infinitamente inapreciables. Hablo mucho para no sentir el dolor, la piedra ha de ser enorme, la que me aplasta, digo, ya ni sé si lo dije o no aún, no puedo corregir lo que hablo ni volver a oírlo, es la condición de vomitarlo, si querés purgarte, algo, de esa peste sin cura de la nostalgia, de la necesidad del aire de otro aliento, largalo a la buena del dios que no hay, pero guardate de memorizarlo ni nada, porque vuelve a vertirse en tu alma que nunca, nunca sabrás si existe o lo que carajo es, aunque sí caleidoscópica.

Carozo, carozo de dura pelambre y de pepita negra, hiperdenso, el alma. Quisiera saber algo más, una cosa sola, para distraer la desesperación que es la norma de mi transición nocturna. Hablemos un rato más, no me dejen solo con mi confusión y mi hora, porque siento que nadie comparte ni podría este desbarajuste en que hace un millón de años se encuentra el collarcito que fabriqué con la artesanía de las llagas que fui recolectando como hongos hojaldrados. Un día fui un ser alado, creo saberlo, como un eco de velocidad en mi boca asombrada del propio vuelo, hoy abombada de los golpes de los puños y el moho de la tierra, mi sangre es humus o falta poco. A veces imagino una lumbre, un fueguito que se asoma y me encandila las pupilas y también que una criatura con la barita luminosa en la mano me interroga acerca de mi nombre, como si le importara, pero yo sé que le importa una mierda, y está bien, creo, quién soy yo para importarle nada a nadie. Ahora no estoy seguro de pertenecer a esa especie que amaba y despreciaba en iguales proporciones, pero me siento una cosa buena, no sé qué o cómo, pero en cierta manera hay una bondad sin fin en mí, como la goma que recubre la rueda de una carreta, una alegría redonda que solo busca la ocasión de manifestarse, como el gas de una explosión nocturna, la felicidad parecería estar ahí, casi puedo tocarla, me parece, los dedos que no tengo sienten su cercanía como otros perciben el peligro, yo nunca fui bueno para eso, siempre con la cabeza en las caries del lobo. Entonces está otra vez, la cuestión del alma, qué es, qué podemos decir que sea, que puedo yo, ningún “podemos”, y una de las definiciones podría ser algo como que cada uno se la invente, se invente la forma que dar a esa entidad abstracta y muy probablemente inexistente, pero que cumple una función, si se quiere, gramatical. Por supuesto esta definición no me sosiega, porque nada me tranquiliza ya, si no no estaría parloteando hace tres mil horas. Si fuera feliz, como imagino puedo, un instante, mi alma sería la voladura de la piedra, la vislumbre completa de un instante en toda la longitud y las implicancias de su onda. Si lloro no puedo juntar fuerzas, entones no lloro y es peor, o lo mismo, porque si no lloro no puedo moverme, las lagrimas lubrican mi sujeción, y puedo temblar al menos, si no lloro no consigo ni un mísero espasmo, pero es una pérdida llorar, una dilapidación. Me da bronca, más que nada, y esta actitud derrotista, me cagaría a trompadas si pudiera. Ustedes sigan con lo que estaban que en un momento se me pasa, es cosa hombre bajo una piedra, a casi todo el mundo debe sucederle a esta hora del día que si pudiera ver algo les diría cuál es, ahora voy a dormir un cacho, la seguimos después.

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