jueves, 16 de diciembre de 2010

A LA VIOLETA


"Y al lado del corazón/ ¡ hasta la mesma VIROLA,/ el cuchillo le sumió!" Ascasubi.
La delictiva vida de mis placeres se hizo entonces ancha y pampa, con el oxígeno proporcionado por el caballo a rajacinchas de la vez, auspiciosa y primera. El cobanaje andaba a los bandazos comprando un retrato aproximativo de mis particulares señas dictadas de memoria, hasta con el detalle de las piedras que pisara camino de las alucinadas víctimas, una tras otra en mi retahila siniestra. Tenían el identi-kit tan pegado, máscara, a las jetas que eran más yo que yo y yo, invisible para ellos, me les parecía: buscaban alguien nervioso por el número, y me les había vuelto, de risa, transparente. ¡Me duele la panza!¡pará!¡pará!, me desatornillo,¡Quijos-deputa!.
Y las nenitas cayendo literalmente de los árboles, los pechitos incipientes, like brevas, goteantes, una almíbar de infantiles efervescentes sales en la lengua. En remojo o compota, entalcadas o en atmósfera de inciensos incendiarios, lampiñas o con mocos eternos, mal limpiados los culitos o con anillos de un rosa interno de ensueño, apretando las cachas como en un puño de oro un dinar.
Ahí estaba yo para todas, el contrabajista de las rompientes, el no llores o te mato. Con cuántos veladores amenazándoles la cabezas, con cuántos chorros de aceite Johnson silenciándoles las boquitas enllenadas de arcadas y de lloros.
La vida y sus posibilidades de hueso y carne. Las madres extremando las precauciones, shortcitos debajo de las polleras indefectiblemente tableadas y cortas, gritá si alguien te toca acaso; una bellísima incitante histeria general por el pobre violador del barrio, los escándalos inesperados como geiseres.

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